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Hollywood VERSUS CHINAWOOD, secretos de la otra gran guerra comercial

La taquilla china es la más numerosa del mundo y es el país que más salas de proyección tiene. Pero, sobre todo, la producción local ha crecido tanto que amenaza con quitarle al cine estadounidense uno de los mercados de los que depende

La cifra cambia según la fuente —USD 2.700 millones según Los Angeles Times, USD 3.100 millones según CNN Business— pero la noticia es la misma: en 2020 China se convirtió en la taquilla número 1 del mundo, dejando atrás a los Estados Unidos por más de USD 1.000 millones.

Desde luego, el coronavirus tuvo mucho que ver: China se recuperó antes y abrió sus salas de cine, mientras que los Estados Unidos sigue siendo el país con más casos —más de 27 millones al 11 de febrero de 2021— y más muertes —casi 475.000— del mundo. Pero hace mucho ya que China va en aumento no sólo en entradas vendidas sino también en su producción cinematográfica, sobre todo en los enormes estudios de Oriental Movie Metropolis, en Qingdao, y Hengdian World Studios, en Hengdian, localidad más conocida como Chinawood.

Ambos países —como los demás afectados por la pandemia— sufrieron una contracción en su público de cine: en 2019 China había llegado a USD 9.300 millones de ingresos por venta de entradas, mientras que los Estados Unidos, cuyas cifras se computan junto con las de Canadá, llegó a USD 11.400 millones. Pero más allá del COVID-19 la tendencia es al crecimiento de China y a la disminución de los ingresos por venta de entradas en los Estados Unidos: en 2018 China había llegado a USD 9.000 y los Estados Unidos, a USD 11.900 millones.

Hace mucho ya que China va en aumento no sólo en entradas vendidas sino también en su producción cinematográfica.

El periódico de Los Angeles destacó que “la industria china del cine produjo 1.037 películas en 2019 y 650 el año pasado a pesar del coronavirus. Una de ellas The Eight Hundred, que cuenta la defensa de los almacenes Sihang en 1937 durante la segunda guerra sino-japonesa, generó más de USD 100 millones en el país y más de USD 400 en el mundo desde su estreno en agosto de 2020. Además, en el país número uno en salas de cine, con 75.500, se vendieron “más de 548 millones de entradas en 2020 y más de 1.730 millones en 2019, ambos años por delante de América del Norte”, precisó el LA Times.

Lo sucedido con The Eight Hundred da una idea del verdadero problema que enfrenta Hollywood, que continuará aun cuando los humanos hayan logrado convivir con el coronavirus sin que cause epidemias: “Algunas de las principales películas de Hollywood simplemente no atrajeron al público chino en 2020″, explicó CNN. “A Mujer Maravilla 1984 no le fue bien allí y Mulan, de Disney, que apuntaba a la audiencia china, fue una gran decepción”.

El caso de Mulan

Según The Hollywood Reporter (THR), el caso de Mulan merece un análisis detenido porque revela todo lo que puede “salir mal cuando un estudio de Hollywood diseña una película de importancia especialmente para cortejar el mercado chino”. La publicación calificó a la producción de “un desastre doble de relaciones públicas”. O triple, si se considera que la decisión de los ejecutivos del estudio de no hablar del asunto, “por temor a ofender políticamente a Beijing y a perjudicar sus otros intereses comerciales, como el complejo de Disney de USD 5.500 millones” agravó la situación.

Según THR, Mulan ilustra todo lo que puede salir mal «cuando un estudio de Hollywood diseña una película de importancia especialmente para cortejar el mercado chino”.

Por un lado la estrella de Mulan, la joven actriz Liu Yifei, se manifestó a favor de la policía de Hong Kong luego de que reprimiera las manifestaciones del movimiento pro democrático en la ex colonia británica. Por el otro, la película de USD 200 millones se rodó en Xinjiang, “una decisión muy poco meditada”, según THR. En esa provincia china el gobierno mantiene detenidos a los uigures para su reeducación forzosa, un hecho que la Casa Blanca ha calificado de genocidio. En los créditos de la película, Disney le agradeció a la seguridad pública de Xinjiang.

“Los traspiés de relaciones públicas de Mulan han revelado la práctica habitual de los estudios de Hollywood de asegurarse de que sus películas no toquen temas que el gobierno chino encuentre políticamente indeseables”, interpretó la publicación. Dado el estado de tensión entre Washington DC y Beijing, el tema despertó interés político. En una carta al CEO de Disney, Bob Chapeck, 19 congresistas cuestionaron la cooperación del estudio con las autoridades de propaganda de Xinjiang y el director Judd Apatow (Trainwreck, The King of Staten Island) dijo en septiembre, en una entrevista en NBC, que “China ha comprado nuestro silencio”, citó THR.

Y todo eso para un fracaso comercial. Aunque conviene recordar que siempre ha sido difícil lograr el éxito con una película dirigida al público chino que también atrajera al estadounidense. En 2016 La gran muralla costó USD 150 millones y logró USD 45 millones en Estados Unidos (aunque USD 334 en el mundo).

Xi quiere películas como la del soldado Ryan

Las películas nacionales dominan la cartelera china, y todo indica que lo seguirán haciendo: si en 2019 concentraron el 64,1% de las entradas vendidas, en 2020 llegaron al 80%, con el agregado de que los 10 títulos más taquilleros fueron producidos en China o en Hong Kong.

“Este cambio de la suerte no es accidental”, analizó el periódico de Los Angeles. “Es parte de una visión establecida por el líder chino Xi Jinping, el adversario más fuerte de Washington, quien hace mucho aprendió de Hollywood que las películas son una fuente de poder cultural”.

El artículo citó cables revelados por Wikileaks sobre una cena entre Clark Randt, quien entonces era embajador de los Estados Unidos, y Xi, todavía secretario del partido comunista en la provincia de Zhejiang. “Los estadounidenses tienen una actitud clara respecto de los valores y separan con nitidez el bien y el mal. En las películas estadounidenses, el bien suele prevalecer”, le dijo Xi al diplomático. Le contó que le encantaba Rescatando al soldado Ryan porque “películas de Hollywood como esa son grandiosas y veraces”, mientras que las producciones chinas eran historias frívolas, “cosas malas que suceden en palacios imperiales”, sin “promover valores”.

Las películas nacionales dominan la cartelera china cada vez más: si en 2019 concentraron el 64,1% de las entradas vendidas, en 2020 llegaron al 80%.

En 2018, ya presidente, Xi dijo en un encuentro del departamento de propaganda, que controla la producción cinematográfica, que era necesario que “grandes masas de trabajadores de la cultura y el arte” pusieran “el alma entera en expresar la era de grandeza al escribir loas incesantes al partido, la patria, el pueblo, los héroes” de China.

Algo de eso se ve en las principales películas estrenadas en 2019 y 2020, según el LA Times. Citó entre ellas The Sacrifice, sobre combatientes de la guerra de Corea; My People, My Country, una compilación de cortos que celebran grandes momentos de la historia china moderna, y Days and Nights in Wuhan, un documental sobre el confinamiento de la ciudad donde se originó el COVID-19 que exalta la respuesta del estado a la enfermedad. Sobre sus diferencias, todos tuvieron un rasgo en común: las cifras de su taquilla fueron altas.

Historia de la autocensura en Hollywood

China tuvo un gran interés en el cine occidental en la primera mitad del siglo XX, sobre todo en núcleos urbanos como Shanghai. Pero desde la revolución de 1949 y el ingreso de China a la guerra de Corea, se prohibieron las películas de Hollywood y luego se estatizó la producción local. Durante la revolución cultural de los sesenta y los setenta muchas estrellas fueron denunciadas y detenidas.

Los cambios comenzaron luego de la apertura de China en la década de 1980 y en 1994 la situación se normalizó. Pero el gran mercado puso restricciones y los que las violaron pagaron por eso: Siete años en el Tibet, protagonizada por Brad Pitt y El laberinto rojo, protagonizada por Richard Gere, al igual que Kundun, la historia del Dalai Lama dirigida por Martin Scorsese, molestaron al gobierno. Las tres fueron prohibidas en 1997 y sus productoras no pudieron hacer negocios con China durante los siguientes cinco años.

“Desde entonces los estudios de Hollywood han re-editado las películas para apaciguar a los censores”, destacó el periódico. “Colocan productos chinos en la pantalla, hacen rodaje extra en China y discuten con las autoridades de propaganda los temas y las escenas potencialmente problemáticos”. Y aun así, se les puede negar un estreno, en ocasiones sin decir con precisión qué deberían haber autocensurado.

“Los reguladores chinos tienen cada vez más influencia sobre los estudios de Hollywood”, dijo a LA Times James Tager, director de investigaciones en PEN America y autor de un informe sobre la censura en los estudios debido a la política de Beijing. “Hollywood necesita acceder al mercado chino cada vez más, pero China necesita acceder a las películas de Hollywood cada vez menos”, sintetizó la cuestión central.

¿Y si China pierde interés en el cine de Estados Unidos?

«Siete años en el Tibet», «El laberinto rojo» y «Kundun» molestaron al gobierno chino y fueron prohibidas en 1997.

Si el pronóstico de Tager se cumple, “los estudios de Hollywood tendrán que reducir drásticamente su gasto en blockbusters de gran presupuesto”, dijo Aynne Kokas, autora de Hollywood Made in China, a CNN. “Los presupuestos actuales son insostenibles sin acceso al mercado chino. Eso podría cambiar profundamente el modelo de la industria del cine estadounidense”.

Hasta el momento los cines chinos son tan centrales para los resultados económicos que los estudios han incorporado actores y actrices chinos y han ajustado sus contenidos. Como ejemplo, Kokas, también profesora de estudios de medios en a Universidad de Virginia, recordó que la versión para China continental de Top Gun: Maverick eliminará la bandera de Taiwán de la chaqueta de Tom Cruise y que la segunda película de Doctor Strange, cuyo estrena se prevé para 2022, cambiará la ascendencia tibetana de un personaje por un linaje celta. China considera que Taiwán no es independiente y en el Tibet restringe la libertad religiosa.

THR analizó que tal vez Hollywood ya cumplió el papel que China esperaba que hiciera, “ayudar a construir su vasta infraestructura de exhibición en el país entero”, y ahora que tiene su propia producción para sostenerla no necesita del cine occidental. Además, el COVID-19 le habría hecho otro favor a Beijing: interrumpió el flujo de películas de Hollywood sin que las autoridades necesitaran recurrir a prohibiciones que serían muy criticables.

“Si el gobierno comienza a ver que a las películas chinas les va bien y que la taquilla se recupera sin la ayuda de Hollywood, y el espectador parece olvidarse del cine estadounidense porque sus propios éxitos se vuelven cada vez más entretenidos, hay que preguntarse: ¿por qué no van a empezar a destetar al público del cine americano?”, citó a Chris Fenton, autor de Feeding the Dragon y miembro del Instituto de Estados Unidos y Asia.

Además, señaló Rance Pow, presidente de la consultora Artisan Gateway, “la creciente calidad del cine chino es un factor clave” en su crecimiento. “A nadie sorprende que el público chino valore películas con las que se puede sentir identificado, en su propio idioma, y esperamos que ese interés siga creciendo”. Un detalle importante es que, mientras que las producciones internacionales apuntan en general a audiencias urbanas, “mucha de la expansión reciente del cine chino se ha dado en localidades pequeñas”.

Mientras tanto, en los Estados Unidos, Cineworld, dueño de las salas Regal, la segunda cadena del país, volvió a cerrar sus puertas indefinidamente por la nueva ola de COVID-19. Según Kokas, más allá de lo que suceda con la pandemia, “hemos ingresado, como mínimo, a un mundo en el cual la taquilla china y la estadounidense son igualmente importantes”.

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