Connect with us

Entretenimiento

Una novedosa versión de “Cabaret” es el espectáculo más popular de Broadway

“Cabaret en el Kit Kat Club” polariza opiniones de críticos mientras se convierte en la obra más taquillera y nominada de la temporada. “No es repetir, es revivir”, avisa la directora Rebecca Frecknall

Un cuarto de siglo antes de que Eddie Redmayne cautive Broadway en Cabaret, el actor inglés hizo dos viajes al Kit Kat Club que, ahora lo sabe, acabaron desviando su carrera. El primero fue cuando Redmayne tenía 15 ó 16 años e interpretó al enigmático Emcee en el Eton College de las afueras de Londres, lo que despertó su incipiente interés por la interpretación. Al repetir el papel unos años más tarde, para una sucia puesta en escena en el Festival Fringe de Edimburgo, el estudiante de historia del arte salió de la estimulante experiencia convencido de que debía probar suerte como actor profesional. “Este espectáculo”, explica Redmayne, “ha estado tan metido en el tejido de lo que soy desde que era un niño”.

Gayle Rankin, su actual compañera de reparto, conoció el musical cuando reservó un papel secundario en la reposición de Broadway en 2014 de la aclamada versión de la producción de Sam Mendes. Cuando se le propuso volver a protagonizar la reposición dirigida por Redmayne, esta vez como la ingenua Sally Bowles, el actor escocés aceptó de inmediato un papel interpretado por figuras de la talla de Liza Minnelli, Judi Dench y Emma Stone. “Es una comida enorme”, dice Rankin. “Pero creo que, para mí como artista, eso es lo único que siempre quiero”.

La directora Rebecca Frecknall, atribuye a su padre el obsesivo interés por el espectáculo. Al grabar en VHS la producción londinense de Cabaretde Sam Mendes de 1993, le dio a una joven Frecknall los medios para perderse en el Berlín de los años 30 hasta la saciedad. Cuando murió en 2021, mientras ella supervisaba los ensayos de su puesta en escena de Cabaret en el West End, rebuscó entre sus pertenencias y desenterró un programa de una producción universitaria en la que él hacía de maestro de ceremonias. “Era un espectáculo”, dice Frecknall, “muy querido para él”

Juntos, Redmayne, Rankin y Frecknall encabezan Cabaret en el Kit Kat Club, un giro envolvente del musical de 1966 de Joe MasteroffJohn Kander y Fred Ebb sobre la decadencia hedonista de la Alemania de la era del jazz y la caída de la República de Weimar en el fascismo. Desde su estreno en abril en el renovado teatro August Wilson, se ha convertido en la obra más taquillera de Broadway y en la reposición más nominada a los premios Tony.

Eddie Redmayne interpretó el rol de Emcee en el Eton College cuando tenía 15 ó 16 años

Pero por cada crítico que ha acogido con entusiasmo esta reposición (Entertainment Weekly la calificó de “producción descarnada e inquietante, asombrosamente hermosa de principio a fin”, hay otro que la ha rechazado (el New York Times se lamentó de que “con demasiada frecuencia, un intento equivocado de resucitar el espectáculo le rompe las costillas”).

¿Cómo ha podido esta Cabaret suscitar reacciones tan apasionadas? La declaración de intenciones de Frecknall insinúa una respuesta. “No me interesa crear algo seguro”, afirma el director de 38 años, que se ha labrado una reputación por revitalizar obras de titanes como Tennessee Williams y Antón Chéjov. “Me interesa crear algo realmente riguroso, y es genial que haga sentir algo a la gente”. En entrevistas llenas de spoilers, Redmayne, Rankin y Frecknall diseccionaron las decisiones que diferencian su reposición de sus célebres predecesoras.

Inmersión

Esta Cabaret se desmarca unos 75 minutos antes de que se levante el telón, cuando los primeros espectadores entran en el teatro por un callejón de la calle 52, recorren una desorientadora red de pasillos iluminados con neón y se toman un trago de aguardiente por el camino. El destino final: una serie de bares y salones de mal humor, donde los espectadores se instalan para disfrutar de un cóctel amenizado por músicos y bailarines de vodevil.

Gayle Rankin, Eddie Redmayne y Rachel McAdams fotografiados en la gala de anuncio de los nominados a los premios Tony 2024

Frecknall admite que al principio era “un poco alérgica” a la idea de los productores de crear un “prólogo” previo a la función. Pero cuando colaboró con el director del prólogo, Jordan Fein, la coreógrafa Julia Cheng y el escenógrafo Tom Scutt para dar forma a la experiencia, descubrieron su potencial para establecer el tono. El hecho de que el preámbulo no contuviera ninguna narración evitó que el musical se viera menoscabado, y la decisión de combinar estilos de interpretación contemporáneos y apropiados para la época confirió al espectáculo un carácter intencionadamente atemporal.

Se trata de crear un tapiz, afirma Frecknall, “que abarca todas las décadas en las que se ha representado Cabaret -la década en la que está ambientado, la década en la que está escrito, la década en la que se representa- para crear un mundo”.

La inmersión continúa cuando el público se traslada al auditorio, que ha sido renovado para una producción circular, con mesas junto al escenario y actores deambulando entre el público. Para Redmayne, productor del espectáculo que quería que evocara el claustrofóbico escenario del Fringe en el que actuó en 2001, la proximidad resulta idónea para “la interpretación en directo en su máxima expresión”.

“La sensación es de intimidad”, afirma Rankin. “El material lo pide a gritos y es una sensación genial invitar a la gente a tu proverbial casa”.

Un maestro de ceremonias en evolución

Esta vez, Redmayne pretendía acentuar la amorfidad inherente al Emcee y construir algo totalmente no identificable. Así que la estrella de Animales fantásticos, que cuenta con un Oscar y un Tony entre sus galardones, volvió a la escuela. Estudiando teatro físico durante unas semanas en el instituto Lecoq de París, Redmayne aprendió a despojarse de cualquier vanidad mientras tropezaba con ejercicios absurdistas y escenarios improvisados.

“Lo que más me llevé”, dice Redmayne, “fue volver y estar preparado para entrar en el local de ensayo dispuesto a fracasar… y a fracasar mucho”. El maestro de ceremonias, inmortalizado por Joel Grey en la producción original de Broadway y en la película de 1972, entra y sale de Cabaret con melodías que comentan tácitamente la trama sin afectarla. Cuando el maestro de ceremonias de Redmayne sube al escenario para el número de apertura “Willkommen”, con un atuendo de payaso y un sombrero de fiesta torcido, encaja a la perfección en el papel de animador extravagante con un toque travieso.

Menos astuto que el icónico maestro de ceremonias de Grey, y no tan sensual como la célebre versión de Alan Cumming, esta interpretación es más bien un demonio que acosa al público. Sin embargo, a medida que Redmayne se retuerce y se retuerce para llevar a cabo una actuación físicamente agotadora (el actor de 42 años afirma que las gotas de vitaminas, las inyecciones de vitamina B12 y “un montón de agua” le ayudan a realizar ocho actuaciones a la semana), la sombra del nazismo se cuela en el club y el pícaro animador se transforma en algo más siniestro. “Me intrigaba”, dice Redmayne, “que esas personas a las que quizá no tomas en serio puedan transformarse en algo serio y bastante peligroso”.

Gayle Rankin conoció «Cabaret» al participar en la reposición de Broadway en 2014 (Marc Brenner)

El grito de Sally en la oscuridad

Si el maestro de ceremonias es una inquietante abstracción, Sally es el corazón palpitante del espectáculo. En el papel de la cantante inglesa de cabaret, que vive con el escritor americano Clifford Bradshaw (Ato Blankson-Wood) tras perder su trabajo y su vivienda, Rankin evita el coraje habitual de Mayfair e interpreta la mentalidad desarraigada de una mujer contra las cuerdas. Aunque la elección no ha gustado a algunos críticos, los partidarios de Rankin -incluida la abogada Meena Harris, que defendió la serie en un artículo de opinión ampliamente difundido en Variety– conectan con su intención.

“Hay mucho margen para la interpretación, y también un riesgo real de malentendidos”, dice Rankin, de 34 años, conocida por las series de televisión Perry Mason y GLOW. “Creo que, como intérprete, realmente tienes que ofrecer algo a estas partes porque lo aceptarán. Lo absorberán”.

En ninguna parte se exhibe con más fiereza la energía desenfrenada de Rankin que en la canción que da título al espectáculo, pronunciada hacia el final del segundo acto, cuando Sally ha decidido abortar, renunciar a una vida de domesticidad con Cliff y quedarse en Berlín mientras la República de Weimar se desmorona. Como subraya Frecknall, es la misoginia de Cliff en una escena anterior lo que hace que Sally entre en barrena. “Básicamente le dice: ‘Siéntate. Cállate. Vas a ser esposa y madre’”, dice el director. “Es algo horrible que decirle a alguien, y ella elige decir ‘no’”.

Rebecca Frecknall descubrió las grabaciones de «Cabaret» de su padre tras su muerte en 2021

En la película, la Sally de Minnelli sonríe durante la canción “Cabaret” como una clase magistral de compartimentación. Cuando Stone interpretó el papel en Broadway, su versión de la actriz era la de una mujer que se desintegraba en tiempo real. Pero la interpretación de Rankin se inclina hacia la rabia, desatando la agitación de un personaje torturado dispuesto a quemarlo todo. “Es como una válvula de escape”, dice Rankin. “Hay algo realmente encantador en ella que me hace pensar: “Aquí estoy, y esto es todo lo que siento”.

“Para mí, Cabaret no es un espectáculo”, añade Frecknall. “No es una escenografía. No es un momento de entretenimiento. Es un grito feminista en la oscuridad, y abarca todo su viaje”.

Una conclusión conformista

La célebre producción de Sam Mendes acentuó el impactante final del espectáculo haciendo que el maestro de ceremonias de Cumming se desnudara para mostrar el uniforme de un campo de concentración. Cabaret en el Kit Kat Club adopta una táctica decididamente diferente: el maestro de ceremonias de Redmayne se adapta y resiste, y es el variopinto grupo de chicos y chicas del Kit Kat el que se ve obligado a conformarse.

“Las producciones a menudo se centran en la tragedia del maestro de ceremonias, que funciona muy bien”, dice Frecknall. “Pero me interesaba llegar al final y que fuera la tragedia del conjunto. Eddie habría estado bien. Eddie es un hombre cis, blanco, bello y ario. Me pareció interesante reconocerlo y decir: ‘En realidad, tú saldrías de esta y esta gente no’”.

El revival llega incluso a pintar al Emcee como un mercader de la muerte, feliz de evolucionar, asimilar y perpetrar el fascismo en nombre de su propia supervivencia. Habitado por Redmayne con el físico escurridizo de una marioneta viviente, este Emcee no tiene reparos en funcionar como una marioneta habilitadora del nazismo. “La individualidad se fue despojando a medida que el fascismo ascendía y la gente tenía que homogeneizarse más”, dice Redmayne sobre el declive de la República de Weimar. “Así que la idea, por tanto, de nuestro Emcee como titiritero, director de orquesta, perpetrador -en lugar de la versión del Emcee como víctima- era importante”.

Redmayne comenta que el maestro de ceremonias puede transformarse en algo «serio y peligroso» (Marc Brenner)

Dejar los problemas fuera

Los primeros indicios apuntan a que Cabaret será un éxito financiero, a pesar de los elevados costos de explotación y una capitalización de unos 25 millones de dólares: el espectáculo agota las entradas función tras función y supera en taquilla a cualquier otra nueva producción. Aún así, las críticas polarizadas tomaron a Broadway por sorpresa después de que la versión del West End dirigida por Frecknall -protagonizada por Redmayne y Jessie Buckley- se estrenara en 2021 con una aclamación entusiasta y ganara siete premios Olivier.

Pero como dice el maestro de ceremonias, el Kit Kat Club es donde la gente viene a dejar sus problemas fuera. Para Redmayne, su decisión de evitar por completo la discusión crítica consiste en mantener ese ruido fuera del teatro. “Mi trabajo en esos momentos iniciales es intentar atraer al público y hacer que se divierta como nunca, y eso implica confianza”, dice Redmayne. “Cuando uno lee las críticas, por supuesto, va a haber gente que no esté de acuerdo con lo que has hecho, del mismo modo que, con suerte, hay gente que sí disfruta con lo que haces”.

Riéndose de sus propias preocupaciones, añade: “Pero de por sí no soy una persona especialmente segura de mí misma, y para mí es importante intentar mantener esa [confianza] para poder desempeñar el papel con honestidad”. Es un sentimiento del que Rankin se hace eco. “No me preocupa que la gente sea malvada”, dice. “Pero sí me preocupa ser respetuosa y honrar [el espectáculo]”.

Frecknall señala que cualquier producción tendrá sus detractores, y subraya su trabajo como directora de una reposición: “No es repetir, no es remontar, es revivir”. Cuando la obra es un cable de alta tensión política sobre los peligros de la autocomplacencia, señala, la incomodidad viene con el territorio. “No intentas complacer a la gente”, dice Frecknall. “Intentas provocarla. Obviamente, quieres que la gente lo pase bien y se conmueva, pero no es teatro seguro, y no debería serlo”.

Fuente: The Washington Post

[Fotos: August Wilson Theater; REUTERS/Eduardo Muñoz]

Enfoque Now es una plataforma digital dedicada a conectar e informar a la comunidad latina acerca de los acontecimientos que suceden a nivel local e internacional.

Sigue leyendo
Advertisement
Advertisement
Advertisement
Advertisement
Advertisement

Facebook

Advertisement
Advertisement
Advertisement
Advertisement
Advertisement
Advertisement
Advertisement
Advertisement
Advertisement
Advertisement